lunes, 26 de septiembre de 2016

El Destino de Paula 20




Capítulo 20

Abro lo ojos y aun esta oscuro. Me siento un poco desorientada. Miro la hora en el despertador y son las ¡10 de la mañana! Que tarde es. Hoy he dormido muy bien, pensé que con todo lo de ayer no dormiría nada, porque estaría dándole vueltas a la cabeza, pero no ha sido así. Creo que por primera vez entiendo una frase que siempre me decía mi madre “No hay mejor almohada que una conciencia tranquila.”

Me levanto de la cama y hasta me siento con más fuerzas que el resto de la semana. Me aseo y me pongo unos vaqueros, mis botas sin tacón, una camiseta de “hello kitty” tipo sudadera. Por suerte, con tantos vómitos, no he engordado apenas y aun no se me nota nada de barriga.

Cuando entro en la cocina para desayunar algo, vuelven las dichosas náuseas y tengo que ir rápido al baño. Adiós a lo que podría quedar en mi estómago de la cena de anoche. Me limpio bien la boca y me doy con enjuague bucal, no me gusta nada el sabor y la sensación que quedan después de vomitar.

Vuelvo a la cocina e intento comerme algunas galletitas saladas, tal como me recomendó el médico, y tomarme un poco de zumo de naranja para tomarme el ácido fólico. Suena mi teléfono, miro la pantalla y es Lucia. Ayer llegué a casa tarde, me di una ducha y me metí en la cama, sin acordarme de llamarla.

-          ¡Hola Luci! Perdona por no avisarte ayer, llegué cansada y me fui a dormir. –

-          ¡Buenos días! Te lo perdono por ser tu Paulita, pero no me vuelvas a dejar así en ascuas, deseosa de noticias. ¿Qué tal ayer? ¿Quién es el chico misterioso? –

-          No sé si puedo contarte todo. Tienes que prometerme, que por nada del mundo ¿me oyes? por nada, nada, se lo puedes decir a nadie, ni comentarlo. Esto se ha convertido en un asunto muy serio. –

-          Joder Paula, me estas acojonando. ¿De verdad es tan serio e importante? –

-          Si Lucia, es muy importante que nadie sepa nada. –

Lucia me promete y me jura por lo que más quiere que no dirá nada a nadie, pero aun así no le contare todo.

Le empiezo a contar que el chico misterioso es Carlos, nuestro jefe, y casi me deja sorda del grito que pega. Le digo que él se encargara de todo, que se va a hacer cargo, pero no le cuento lo que me dijo de irme a vivir con él. Lucia se emociona mucho con mis noticias y me dice que el lunes sin falta hablamos. Cuelgo después de decirle que tengo que llamar a mi madre para darle la noticia.

 

Miro la pantalla del móvil pensando cómo le contare a mi madre todo esto, barajo varias formas de empezar como por ejemplo “hola mama, tengo una noticia que darte, vas a ser abuela” o “mama, no sé cómo te tomaras esto, pero…estoy embarazada”, y nada de lo que pienso me convence. Es algo muy importante que no debería soltar así sin más. Ojalá estuviéramos más cerca, quizás cara a cara no me costaría tanto ¿o sí?

Ensimismada me encuentro cuando suena el timbre de mi casa. Me resulta un tanto extraño, pues no espero a nadie hoy.

Me acerco a la puerta y me asomo por la mirilla para ver quién es, ahora tengo que pensar por dos, lo que me recuerda que tendré que poner un pestillo en esta puerta. Para mi sorpresa es Carlos, pero… ¿Qué hace aquí? Habíamos quedado en su casa, o eso pensaba.

-          ¡Hola Carlos! ¿Qué haces aquí? Habíamos quedado en tu casa ¿no? –

-          ¡Buenas Paula! – se me acerca y me da dos besos muy cerca de la comisura de los labios y siento una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo – No podía esperar más, y para que no tengas que conducir, he pensado en recogerte. Y sin ofender, pero mi coche es más seguro que el tuyo. –

Vale, todo esto no me lo esperaba. Lo del coche no me ofende, tiene toda la razón, mi coche tiene más diez años, es bastante viejo y no tiene las seguridades de los coches de ahora, pero era lo suficientemente barato como para permitírmelo.

Le dejo pasar a mi casa, no sé qué vamos a hacer ahora.

-          ¿Quieres tomar algo? ¿Agua, coca cola, zumo? No sé, no tengo mucho que ofrecer, apenas cocino en casa. – le digo.

-          No gracias, no es necesario. Te iba a preguntar… ¿has pensado lo que te dije ayer? Lo de venirte a vivir conmigo, para que no estés sola… -

-          Aun no lo sé Carlos, yo tengo mi rutina, mis manías, recojo todos los días a Lucia para ir al laboratorio… ni siquiera he podido hablar aun con mi madre, no sé cómo darle la noticia, no sé cómo se lo tomara. –

-          ¿Quieres que la llame yo? Tal vez si empiezo yo una conversación, no te será tan difícil decírselo. – la idea de Carlos no me parece tan mala, tampoco es que tenga muchas más.

-          Está bien, prepárate, porque no quiero alargarlo mucho más, voy a llamarla ahora. – cojo mi móvil y busco el número de mi madre y llamo. Le doy a “manos libres” para que escuchemos los dos. A los dos tonos contesta.

-          ¡Hola Paulita! Vaya, parece que te has tomado en serio eso de llamarme más a menudo. Que alegría me das hija ¿Cómo estás? –

-          ¡Hola Carmela! – le dice Carlos.

-          ¿Hola? ¿Paula? ¿Quién eres tú? ¿Dónde está mi hija? –

-          Tranquila mama, estoy aquí y estoy bien. –

-          Soy Carlos Martínez. ¿Me recuerda? –

Mi madre se emociona al escuchar a Carlos y empieza su interrogatorio con él, olvidándose un poco de mí. Escucho toda su conversación, que no es poca, hasta que Carlos se despide de ella dándome paso a mí.

-          Bueno mama, esta llamada es para decirte algo muy importante, quiero que no te pongas nerviosa, pero… -

-          Estáis juntos Carlos y tú, por eso me habéis llamado los dos, que alegría me das hija, se os veía tan bien de pequeños cuando estabais juntos, que ya le decía a tu abuela que vosotros teníais que acabar juntos… -

-          No, no, no, para mama, déjame hablar… Carlos y yo nos hemos reencontrado sí, pero no estamos juntos, no somos novios. Esto es más importante… estoy embarazada. – así sin más se lo solté, porque si le daba más rodeos mi madre no dejaría de hablar.

-          ¿QUEEEEEEEE? ¿He escuchado bien? ¿Tu…embarazada? Pero… ¿Cómo ha sido eso? Bueno no me tienes que explicar cómo, se cómo se hacen los niños, pero… ¿Quién es el padre? Se hará cargo de todo ¿no? Ay hija, ¿desde cuándo lo sabes? – al final esto va a ser más caótico de lo que pensé.

-          Si mama – le digo soltando un suspiro – estoy embarazada, tranquila que le padre se hará cargo al igual que yo, pero por ahora no se si decirte quien es el padre, no quiero que te de un ataque al corazón con tanta información… -

-          Hija, me dará ese ataque si no me cuentas todo. Ya que nos vemos tan poquito, prefiero saber cuánta más información, mejor. –

-          Carmela sigo aquí – le dice Carlos a mi madre y ella le dice que le perdone todo lo que tiene que escuchar. – no se preocupe, yo le daré más información, yo soy el padre y tranquila que cuidare de su hija y del bebe. De hecho, le he pedido que se venga a vivir conmigo para que no esté sola en esta casa. A ver si usted la termina de convencer… - no me puedo creer que Carlos le haya soltado eso a mi madre, ahora sé que ella me dará el coñazo con que me vaya con él.

Todo esto se me esta yendo de las manos, así que me despido de mi madre prometiéndole que la llamare contándole toda la evolución del embarazo y que llamare a mi hermano para contárselo. Cuando termino la llamada, Carlos me mira con cara divertida, lo que no sabe es el cabreo que me está entrando por haberle dicho eso a mi madre.

-          ¿Por qué has tenido que decirle eso? Sabes que no me dejara tranquila hasta saber que vivo contigo. Y que sepas que has firmado tu sentencia de muerte con mi madre, ahora no parara hasta que tú y yo estemos juntos como pareja y con las ganas que tiene ella de encontrarme pareja… -

-          Paula – suelta una risotada y me parece que se lo está tomando todo un poco a cachondeo – no te preocupes por eso ahora, aunque a mí no me importaría hacerle caso a tu madre.

Voy a dar por concluida esta conversación, sé que por ahora no va a llegar a buen puerto, así que no malgastare más mi saliva. Le pregunto a Carlos donde quiere ir hoy, y así de paso cambio de tema. Se vuelve a reír, creo que se ha dado cuenta de mi táctica, pero me sigue el rollo y me dice que nos vamos a su casa, para estar más tranquilos y cuadrar un poco los horarios con las próximas citas médicas, etc.

 

Ya en su casa, puedo comer algo, parece que las galletitas hacen su efecto, o al acercarme a los tres meses se me pasas las náuseas. Después de comer me siento un poco cansada, y se lo hago saber a Carlos. Él como buen chico que es, propone ver una peli en el sofá y se lo agradezco. Sinceramente no se ni qué película pone, porque me quedo dormida al momento.

 

Siento unas cosquillas en mi nariz, y algo tocándome el pelo y abro mucho los ojos, ya que me siento un poco desorientada. Veo a Carlos con su hermosa sonrisa.

-          ¿Qué tal has dormido? –

-          Mmmm…muy bien, la verdad.

El resto de la tarde la pasamos con su agenda y horarios, ya que, entre el laboratorio, sus reuniones y las próximas citas médicas que tenga yo, a las que Carlos quiere venir, es un poco complicado. Pero se nos están ocurriendo varias opciones, de las cuales no debería enterarse nadie si lo quiero mantener en secreto. Cuando me quiero dar cuenta ya son las ocho de la tarde-noche y ni me he dado cuenta que Carlos desapareció hace un rato para ir a ducharse. Me dirijo a la cocina para tomarme un vaso de agua. Cuando voy a salir me choco un torso desnudo lleno de marcas.

-          Perdona, no te había visto. – le digo.

-          No te preocupes, yo tampoco dije nada la entrar. - me susurra.

Carlos agarra mi cara con sus dos manos con mucha delicadeza y me levanta la mirada para que lo pueda ver a los ojos y veo como se acerca poco a poco a mí, llegando a juntar sus labios con los míos. Con este delicado beso me está pidiendo permiso y lo que siento por mi cuerpo al sentir su contacto, hacen que le corresponda al beso.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Destino de Paula 19



Capitulo 19



-          ¿Paula? ¿Estás bien? –

Abro un poco los ojos y veo todo borroso por un momento. Voy enfocando y no reconozco el lugar.

-          ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? –

Recorro la estancia con la mirada y parece ser el salón de una casa, hasta que doy con una cara.

-          ¿Carlos? ¿Qué haces tú aquí? –

-          ¿Estás bien Paula? Te has mareado justo cuando he abierto la puerta y he logrado cogerte antes que cayeras al suelo. –

-          Gracias. Ha sido una mezcla de nervios y tensión baja. Pero… ¿Qué haces aquí? –

-          Yo vivo aquí… - abro la boca para decir algo… - Y antes de que digas nada, sé que has quedado con alguien. –

-          Tu… ¿Cómo sabes eso? Todo esto es muy extraño y no me gusta nada lo que está pasando…voy a llamarle… - me siento en el sofá donde estoy tumbada y cojo mi móvil del bolso. Carlos no se mueve del sillón donde está sentado, pero no me quita la mirada de encima mientras llamo a ojitos verdes.

De repente comienza a sonar una melodía en la sala y veo como Carlos saca su móvil del bolsillo de su pantalón y me muestra la pantalla.

-          Pero…que… - no sé qué más decir. En la pantalla de su teléfono sale mi nombre.

Cuelgo y la melodía deja de sonar. No puedo creer lo que está pasando en estos momentos por mi mente. Debo tranquilizarme porque si no me mareare de nuevo, pero por falta de aire, ya que creo que me está dando un ataque de ansiedad.

-          Déjame que te explique Paula. – me dice Carlos, todo me parece una pesadilla y empiezo a pellizcarme. – Yo soy y siempre fui el chico al que llamas “ojitos verdes”. Por eso sabia tu nombre, tu número de teléfono y hasta por donde te movías mas o menos. Esas marcas que vistes son una enfermedad que me empezó a salir con el cambio hormonal, por eso nos vinimos a Madrid. He querido quedar hoy contigo para contarte todo, ya que el bebe es mío y para que veas las marcas en directo. Quiero que sepas que no miento. –

-          No puede ser – remarco cada silaba al decirlas y empiezo a asustarme por momentos. Llevo pellizcándome el brazo hace un ratito y ya me duele bastante. Estoy completamente despierta.

-          Con respecto a las cartas… - Carlos sigue hablando, se levanta del sillón y saca una bolsa de tela de un mueble. – aquí están todas mis cartas, mi madre nunca las mando, pero tampoco tuvo el coraje de tirarlas y las guardo bajo llave. Quédatelas, son o eran tuyas. Las puedes leer si quieres. – me da la bolsita de tela. - ¿Quieres algo de beber? –

-          Un vaso de agua estaría bien, gracias. – veo como se dirige a lo que supongo es la cocina, mientras yo guardo el paquete en mi bolso y regresa con una jarra y dos vasos.

-          Aquí tienes. ¿Te encuentras mejor? Me has dado un susto de muerte. ¿Qué piensas de lo que te he contado? –

-          Sí, estoy mucho mejor. No sé qué pensar, tengo que digerirlo todo. Entonces… ¿Tú vives aquí? –

-          Sí, es mi casa. Me la compré con el dinero que recibí del seguro por la muerte de mis padres. Ellos vivían en el centro y después de la tragedia no pude soportar vivir allí por más tiempo. – Carlos deja la mirada fija en algún punto de la pared y se le ensombrece la expresión al recordar cosas que supongo son desagradables para él.

-          Es una casa muy bonita – le digo para que no siga pensando en lo que sea – lo poco que he visto es muy bonito, aunque bastante masculino. –

-          Si bueno, tampoco está decorado al 100%, faltan muchas cosas. ¿Quieres ver la casa entera? – se le acaba de encender un brillo en los ojos – Si te encuentras bien del todo, claro. –

-          Sí, me encantaría verla. Ya me encuentro mucho mejor. – al hablar con Carlos, siento esa confianza que teníamos antes y me olvido un poco de la ansiedad y los nervios.

Nos levantamos a la vez y empieza a enseñarme el resto de dependencias como la gran cocina que tiene estilo americano, porque es muy grande, un despacho juvenil y moderno, el aseo y la cochera, que puede albergar hasta dos coches. Vamos al piso de arriba y como imaginaba tiene cinco habitaciones, dos de ellas con baño incorporado. También hay un baño bastante amplio en esa planta.

La habitación principal es muy grande, incluso se le podría poner dos sillones al lado de la puerta a la terraza (los cuales aún o hay porque la decoración es muy simple y masculina). Me siento en la cama de la habitación de Carlos (imagino que esta será la suya), estoy un poco exhausta, la tensión no debió subir mucho.

-          ¿Estas cansada? –

-          ¿Tanto se me nota? La verdad que sí, tengo la tensión baja y me canso fácilmente. –

-          Estas pálida, pareces un fantasma. Con respecto a todo eso… - se sienta a mi lado – Quiero ayudarte Paula, con lo del bebe, quiero estar contigo en todo momento…y que tu estés conmigo si quieres… -

-          Me alegra escuchar eso Carlos, pensé que este bebe crecería sin padre…pero aún tengo que asimilar que seas tú, porque estoy muy sorprendida. Pero no te preocupes, que por ahora te mantendré informado de todo y cuando nazca, ya llegaremos a algún acuerdo. –

-          No me refería a eso precisamente, quiero estar presente en las ecografías, acompañarte en las citas médicas, ver crecer esa barriguita y … - Carlos hace una pausa pensando lo que va a decir momentos después – Y…no quiero que vivas sola con la tensión baja y esos mareos. –

Me quedo callada. No sé qué decir y mi cabeza ahora mismo va a mil por hora, asimilando lo que me acaba de decir, miles de imágenes pasan volando por mi mente, enlazando unas cosas con otras…cuando comimos juntos…la chica de la que estaba enamorado ¿era yo? El baile de primavera, mi primera vez…fue Carlos, mi amigo Carlos, el mismo con el que de pequeños planeábamos un futuro juntos…

No sé si Carlos espera una respuesta de mi parte, pero no sé qué decirle aún. Miro hacia la ventana y fuera está muy oscuro, ya casi es de noche y noto como me agarra la mano.

-          Ya está empezando Paula, y te aseguro que no es nada agradable. Esto quema y dentro de poco necesitare meterme en la ducha. –

Al principio no entiendo nada hasta que se ven unas marcas por su mano y su cuello.

De repente sale corriendo hacia el baño, quitándose la ropa por el camino. Me quedo paralizada, oyendo como grita de dolor dentro de la ducha. Eso tiene que ser horrible y así todos los días y a mí se me parte el corazón de saber esta realidad que tiene que vivir. A los 5 minutos sale del baño empapado y solo con una toalla atada en su cintura, dejándome ver todas esas marcas tribales. Carlos se queda quieto en la puerta con la cabeza agachada (supongo que por la vergüenza que debe sentir al mostrar su dolor frente a mi) y sin saber muy bien por qué, me levanto y me acerco a él. Con una mano temblorosa le voy tocando las marcas del pecho muy suavemente y veo como cierra los ojos sintiendo mi tacto.

-          ¿Te duele? –

-          Ya no. –

Siento el impulso de abrazarle y eso hago, notando como se tensa un momento, pero correspondiéndome al abrazo enseguida. Nos quedamos así unos minutos que para mí parecen horas.

-          Paula, estoy muy a gusto así, pero me gustaría ponerme algo de ropa. – me susurra en el oído – Y luego si quieres, puedo preparar algo de cena. – me dice separándose un poco de mí.

-          Ah, sí, si, por mi estupendo. – no quiero separarme de él, siento un gran vacío de repente. – Te espero abajo. –

-          Si quieres quedarte… - pone una sonrisa picarona y le sale ese hoyuelo que siempre me ha fascinado. – no hay nada que no hayas visto ya. –

Mi cara debe ser un poema y de color rojo. Salgo lo más rápido que puedo de la habitación y escucho su risa mientras bajo por las escaleras. Mis mejillas arden de lo coloradas que deben estar.

Estoy sentada en el sofá mirando a la nada, sumida en mis pensamientos, cuando entra Carlos ya vestido con una camiseta de manga corta y un pantalón de chándal.

-          Vamos a la cocina. ¿Qué te apetece de cenar? – me dice. Yo me levanto y lo sigo.

-          Pues…no sé. Últimamente no como mucho, casi todas las cosas me producen náuseas y solo picoteo un poco lo que me entra. –

-          ¿Te…apetece tortilla de patatas? ¿O unos filetes de lomo en salsa de champiñones? Es lo que me ha dejado preparado Ángeles para este fin de semana. –

-          ¿Ángeles? – pregunto porque parece que vive alguien con él, por eso tantas habitaciones.

-          Si, Ángeles es la mujer que limpia y cocina en mi casa, y me deja comida y cena para los sábados y domingos. Los fines de semana los tiene libres para estar con du familia. –

-          Ah, ¿y sabe lo de tu enfermedad? –

-          No, no sabe nada, su jornada termina a las cinco de la tarde, a veces antes. –

-          Vale. La verdad que hace tiempo que no como tortilla de patatas, así que eso me parece bien. Y por ahora no siento nauseas ni nada, al contrario, me apetece bastante. –

-          Pues no se hable más Paula. ¿Un vino blanco para abrir apetito? – cuando se gira a mirarme, mi cara debe ser un poema - ¡Uy! Perdón, no me acorde, lo siento, no puedes beber alcohol. Debo ir acostumbrándome. –

-          No te preocupes. Ya que hablamos del tema, el día 12 de febrero tengo la cita para la ecografía. Será por la tarde a las cinco, por si quieres venir. ¿Esa hora está bien para que no salgan tus marcas? –

-          Si, sí, claro que quiero ir.se lo diré a mi secretario. Aunque solo le diré que tengo una cita importante, no lo que es realmente. –

-          Gracias por no decir nada. No quiero que sepan nada en el laboratorio aún. Después de la ecografía se lo diré a Javier y supongo que él te informara a ti o a sus superiores. ¡OH DIOS MIO! Cuando sepan que tú eres el padre, seré la comidilla de los cotilleos. –

-          Tranquila Paula. No digas que soy yo el padre. Por ti hare lo que sea. ¿Has hablado con tu madre? –

-          Aun no, pero mañana la llamare y le contare todo. –

Nos ponemos a cenar en silencio, uno que no es nada incomodo, y yo no dejo de mirar a Carlos, se ve tan raro saber que es él con esas marcas…

-          ¿Por qué me miras tanto? – pregunta Carlos rompiendo el silencio.

-          No sé, es raro verte así, pero más raro es no saber cómo no te conocí antes. –

-          Hablando de mis marcas…no sabemos si esto le puede afectar al bebe, mi madre me lo transmitió a mí y yo puedo transmitirlo… - se queda sin terminar la frase.

-          ¿Y cómo podríamos saber eso? –

-          Mi médico, el que lleva mi enfermedad desde que lo supimos, resulta ser tu médico, el doctor Mario Fernández. He hablado con él y en la próxima visita, te hará unas pruebas y una analítica específica, solo si aceptas. –

-          No sé, tengo tiempo para decidir y pensarlo. Me da un poco de miedo averiguar algo así. Antes te he escuchado y no quiero eso para nadie, supongo que tú tampoco, pero yo no sería capaz de abortar tampoco. –

-          Seguro que todo sale bien. –

Terminamos de cenar y recogemos la cocina. La tortilla estaba muy buena y me ha sentado bien.

-          Es hora de irme. – digo cogiendo el bolso y la chaqueta.

-          ¿Te vas? Yo pensaba que esta noche…no sé, pensé que te quedarías aquí hoy…para hablar y eso. –

-          Carlos, ya hemos aclarado muchas cosas, yo venía enfadada con oji…bueno contigo, por no haberme contestado antes, pero al llegar aquí y enterarme de todo…ha sido mucha información de golpe para mí y necesito procesarla, y eso lo hago mejor sola. Tranquilo que estaré bien. –

-          ¿Te pensaras lo de venirte a vivir aquí? Para que no estés sola. Puedes quedarte en la habitación de invitados que tiene baño propio. –

-          Me lo pensare Carlos, pero no te voy a prometer nada. Eso es algo muy importante y yo tengo mi casa, mis cosas, unas manías…y no sé cómo llevaría un embarazo en un lugar extraño para mí. –

-          Está bien Paula, no pasa nada. Ten cuidado por el camino. Pero una cosa ¿te vienes mañana a comer conmigo? –

-          Si claro, eso sí me apetece. ¿A las doce te parece bien? –

-          A las doce entonces Paula. –

 

En la puerta, cuando me doy la vuelta para irme, Carlos me agarra suavemente la muñeca y tira de mi para girarme. Con la otra mano me agarra de la nuca y pega sus labios a los míos. Me tenso un poco por la sorpresa, pero enseguida le devuelvo el beso. Me suelta la muñeca para agarrarme por la cintura y yo le paso los brazos por el cuello.

El beso va cogiendo intensidad, hasta que nos separamos por falta de aire.


lunes, 5 de septiembre de 2016

El Destino de Paula 18



Capitulo 18



Como suponía, no he obtenido respuesta, y ya ha pasado una semana.

 

Después de enviarle el mensaje a ojitos verdes, le abrí la puerta a Lucia y lo primero que hizo fue darme un gran abrazo, lloramos todo lo que pudimos y esa noche se quedó a dormir conmigo. Pensamos en mil maneras de como contarle a mi madre la noticia y lo mejor era esperar una respuesta del chico misterioso. O en todo caso esperare a la primera ecografía. Necesito saber si este bebe tendrá padre o no. También decidimos que era mejor no decir nada en el trabajo hasta la primera ecografía.

En esta semana he seguido vomitando todos los días y ya no solo por las mañanas, después de comer también me pasaba y en el laboratorio Lucia tenía que encubrirme. Se lo contamos a Luis, pero al estar en otra sección poco puede hacer por mí.

Me hicieron la analítica en la que tuve un leve mareo debido a que tengo la tensión un poco baja.

Hoy voy a que me den los resultados y en unas tres semanas más la ecografía. Poco a poco voy concienciándome y ya tengo ganas de ver a mi bebe.

Le mande un e-mail a Carlos esta última semana para quedar con él, necesitaba pasar un buen rato con alguien de mi pasado, pero no me respondió, supongo que tendrá mucho trabajo por la responsabilidad que tiene ahora y le ha tocado.

 

-          ¡Buenas tardes señorita García! ¿Cómo se encuentra? – me dice el doctor nada más entrar.

-          ¡Buenas tardes! Pues…no me encuentro muy bien, los vómitos han aumentado y creo que tengo la tensión por los suelos. –

-          No se preocupe. Lo vómitos deberían desaparecer a partir del tercer mes de embarazo y ya le queda menos. La tensión se la voy a medir ahora mismo. Siéntese en la camilla. – me pone una banda negra en el brazo y empieza a inflarla hasta apretarme, pero sin hacerme daño y cuando se está desinflando, el medico mira su reloj. – Por ahora la tienes bien, 10/6, pero si te encuentras algo decaída, tomate unas galletitas saladas, sobre todo por las mañanas. Van bien para subir la tensión y controlar un poco las náuseas matutinas. –

Después de eso me dice los resultados de la analítica. El hierro está bien, no tengo anemia, por lo que no hace falta que tome nada especifico.

Lo que me llama más la atención de todo lo que me dice, es que no he pasado la toxoplasmosis, <<una enfermedad transmitida sobre todo por las heces de gato, aunque también la puedes contraer mediante la fruta y verdura mal lavada, que se asemeja a una gripe>> por lo que no podre comer carne cruda (que no me gusta) ni poco hecha, nada de embutido, ni jamón serrano y tampoco algunos tipos de quesos. Eso reduce mi lista de alimentos a muy pocos.

El medico también me hace unas cuantas preguntas, rellena una libretita que me entrega y me dice que la debo llevar siempre conmigo.

 

CARLOS:

“¡Hola ojitos verdes! Tengo una mala noticia que darte ¿te acuerdas de la fiesta de máscaras? Esa en la que no usamos protección, pues adivina…estoy embarazada y tú eres el padre.”

 

No sé cuántas veces he leído este mensaje y aun así no puedo creerlo. Claro que había una posibilidad entre miles y sucedió. No imagine las cosas así para Paula y para mí, pero ahora tendré que hacerme cargo de ello, he de ser responsable con mis errores.

Llevo varias semanas sin apenas dormir, pensando que seré padre, pensando como contarle a Paula que soy yo, que siempre fui yo. No sé cómo decirle que la apoyare en todo y que siempre estaré con ella pase lo que pase. ¿Cómo se tomará mi enfermedad?

No me ha llegado ninguna notificación de ninguna trabajadora embarazada, así que supongo que aún no ha dicho nada en el trabajo, supongo que por miedo al despido o a las miradas y reproches de la gente, no sé. Pero mientras yo esté al mando no será despedida.

Me mando hace un tiempo un e-mail a mí, para quedar, pero no podía hacerlo sabiendo lo que se, me delataría yo solo y tengo que preparar la situación antes, y eso que muero de ganas por darle su regalo.

 

No sé con quien hablar de todo esto, a mi hermana la tengo informada de todo, hablamos por Skype, mensaje, e-mail, pero esto es demasiado serio. Y con mi doctor…con él sí debería hablar porque ¿y si afecta mi enfermedad al bebe? ¿y a Paula? Necesito hacerlo todo cuanto antes, pues supongo que quedara poco tiempo para la primera ecografía y me gustaría estar presente.

 

Es sábado, anoche dormí un poco mejor, después de tomar una decisión. Desayuno tranquilamente y al terminar cojo mi teléfono y llamo a mi médico.

-          ¡Carlos, buenos días! ¿Te ocurre algo? Solo me llamas para emergencias. –

-          ¡Buenos días Mario! Pues en realidad…no es a mí a quien le pasa algo exactamente, es…se trata de una chica, una amiga. Veras, siempre me he protegido en mis relaciones, pero hubo un solo día, una sola vez que no me cuide y ahora ella está embarazada. –

-          ¿Sabe ella lo de tus marcas? –

-          No, no sabe nada. Pero llevo un tiempo queriendo contarle y ahora con más razón. Pero no sé cómo se lo tomara. ¿Podría afectar mi enfermedad al bebe y a Paula? –

-          No lo sé Carlos…supongo que Paula es la chica y madre. Para saber algo debería hacerle unas pruebas y un análisis especifico a la chica… ¿Paula dijiste? –

-          Si, se llama Paula García y vive aquí en Madrid. –

-          Paula García…de que me suena a mi ese nombre… ¡ya se! Esa chica es paciente mío, vino hace más de dos semanas a mi consulta porque creía que había pillado un virus, pero era un embarazo lo que tenía. Pero su analítica…estaba todo bien, claro que era la básica. En dos semanas tengo cita de nuevo con ella para la ecografía y le hare otra analítica pidiendo unos parámetros específicos para comprobar si le afecta o no. –

-          ¿Paula es paciente tuyo? Sé que todo lo de la consulta es confidencial, pero… ¿Cómo se tomó la noticia del embarazo? Necesito saber cómo esta ella. –

-          Pues…no te voy a mentir Carlos, no se lo tomo muy bien, se echó a llorar y cuando le ofrecí el aborto…me dijo un rotundo NO. –

-          Esa es mi chica. – esto lo dije más para mí.

Le di las gracias a mi médico y quedamos en estar en contacto por el bien de Paula y del bebe. Además, me hizo prometerle que le contaría todo a Paula en este fin de semana. Al colgar el teléfono, busque un número y mande un mensaje.

“¡Buenos días Paula! Perdona por escribir tan tarde, he estado asimilando lo que me dijiste. Me gustaría verte, a poder ser hoy, tengo muchas cosas que contarte y creo que debemos hablar sobre el bebé. ¿Puedes quedar hoy para un café?”

Su respuesta me llega en poco tiempo.

“¡Hola! ¿No crees que tres semanas es demasiado tiempo para asimilarlo? Bueno, no importa. Sí, claro que quiero quedar, necesito aclarar varias cosas contigo. Dime hora y lugar.”

Por su contestación, se nota que esta enfadad y no se lo reprocho, me merezco eso y más, la he dejado sola mucho tiempo. Y sé que se enfadara más, pero ya no puedo echarme atrás. Le mando otro mensaje con la dirección de mi casa y la hora, prefiero estar en privado, para que esta vez compruebe por ella misma lo que me pasa y vea todo con sus propios ojos.

 

 

 

PAULA:

Recibo un mensaje de ojitos verdes, ¡3SEMANAS! Ese tiempo ha tardado en contestar. Estoy enfadada con él por muchas cosas, pero por esto…al menos se ha dignado a quedar conmigo. Aunque la dirección que me ha dado no creo que sea de ninguna cafetería, pero iré.

Llamo a Lucia para contarle lo nuevo, más que nada porque necesito liberar tensiones y mi enfado y porque solo ella y Luis saben de mi embarazo.

A medio día no me entra nada en el cuerpo de comer, así que picoteo algo que tenga por la cocina y los armarios, los nervios no son los únicos que me juegan malas pasadas, a ellos se les unen las náuseas del embarazo.

 

A las 17:30 horas salgo de casa y pongo la dirección en el GPS del móvil y veo que es una zona residencial, una urbanización. Cuando estoy llegando, compruebo que todo son casa, más que casas ¡son chalets! Con grandes parcelas.  No sé quién será ojitos verdes, pero si vive por aquí debe ser adinerado. Solo espero que no me haya citado para ofrecerme dinero a cambio de abortar, porque sería el colmo.

Llego a la verja donde pone el número que me indica el GPS y es una casa bastante grande, con cinco o seis habitaciones y un gran jardín. Fuera hay un coche que me resulta familiar. Como la reja está abierta, entro y me acerco a la puerta de entrada. Con mano temblorosa por los nervios toco el timbre. Estoy tan nerviosa que creo que voy a marearme, cuando siento que se abre la puerta y al ver quien hay detrás de ella, mi cuerpo no aguanta más y caigo desplomada volviéndose todo negro.